La poesía es una estafa piramidal al revés

Hubo un tiempo que yo escribía poemas. De hecho, en lo poco conocido que soy, se me conoce más por la poesía que por otra cosa. La poesía puede ser muy divertida, pero con cuidado. Ahora que escribo narrativa más que nada, puedo verla desde fuera, desde un punto de vista diferente.

Puto viejo flipado de mierda (el perro es majo)

¿A qué me refiero con estafa piramidal al revés? Esto es algo que se me ocurrió en un recital de una amiga. En ese recital pasaban un cuaderno en el que el público escribía una frase o un verso, y recital tras recital, quedaba un cuaderno con la palabra de mucha gente. A mí se me ocurrió la bonita idea de poner esta afirmación, pensando que el concepto estaba muy guapo, y cuando mi amiga lo leyó (las frases eran anónimas) pensó que a alguien no le había gustado su recital y estaba enfadado. Luego se lo dije que había sido yo, que era una idea que había tenido en el momento y que me había parecido graciosa, que no tenía malicia ninguna ni era un ataque contra ella. De hecho, lo que ella escribe me gusta mucho.

Una estafa piramidal empieza con una persona y va yendo hacia abajo, abarcando cada vez más gente según más niveles bajes. Pues una estafa piramidal al revés empezaría con un montón de gente en la cumbre, y cada nivel más bajo hay menos gente, hasta llegar solo a una persona. Habiéndolo pensado largamente, le he sacado dos teorías.

La primera: es una forma de decir que la poesía es un embudo; mucha gente escribe poemas a lo largo del tiempo hasta que una persona los lee. Entonces todo el concepto de la poesía recae sobre el lector, quien a fin último, es el único que pierde, es el único estafado. La segunda: el mismo embudo, pero la última persona que hay, es la última persona del mundo (en un mundo futuro) que le dé por escribir poesía. Esta era mi definición original. Para mí la poesía «había muerto» por un tiempo y la idea de que todo muere y que la poesía en general acabaría muriendo de todas formas para todo el mundo me sobrevenía.

Como si el concepto de poesía fuese algo que los propios poetas nos hemos querido flipar tanto y darle tantos significados y tanta importancia que, fuera de nuestro pequeño círculo de flipados, no sea para tanto. Tal vez, y solo tal vez, no es para tanto. No estoy diciendo que la poesía esté mal o que sea un error, yo he definido la poesía de muchas formas (y pensaba que las únicas definiciones válidas eran las mías y las de los demás se quedaban cortas o estaban equivocadas).

Lo que me lleva a una idea, que si siguiese en mi época de poeta, seguramente la cerraría a la poesía, pero es que en realidad, es aplicable a la literatura en general (e incluso al arte en sí mismo, pero ahí yo no entiendo tanto, por lo que voy a limitarme a hablar de literatura (y perdón por abrir un paréntesis dentro de un paréntesis, pero la idea incluso podría ser aplicable a la vida. Como digo, tampoco vamos a fliparnos)). La idea es la siguiente: ¿puede ser que la literatura sea de las pocas cosas que no tengan una definición hasta que alguien se la da? Es decir, pueden adoptar cualquier definición.

A medida que he ido escribiendo esto me he dado cuenta de que lo de ser un flipado es como montar en bici. Esa idea es literalmente la definición de lo abstracto; cualquier concepto abstracto es así. He llegado a la misma conclusión que un diccionario pero dando veinte vueltas más al tema. Yo me he encabezonado con mis cosas y me lo he llevado a mi terreno. Me acabo de ver desde dentro y desde fuera al mismo tiempo.

Ahora mismo, como reflexión postreflexión, lo único que puedo sacar de la literatura que sea destacable es su perduración en el tiempo. Es lo único que me permite no tener tanto miedo a la muerte: sé que cuando me muera algo mío seguirá vivo.

Ahora no puedo dejar de pensar que cualquier cosa también perdura en el tiempo y que no merece la pena sobrevalorar lo que hago (como si poner una piedra encima de un árbol sea lo mismo que escribir un libro). Seguiré haciéndolo, obviamente, pues si no lo hago yo no lo va a hacer nadie. Cada cual que sobrevalore lo suyo, pues el autoengaño es lo que nos hace humanos.

El autoengaño es nuestra única arma contra el caos. Es lo único que nos separa de las demás especies (aparte del lenguaje, pero el lenguaje es una forma de autoengaño, y si no que venga Darwin a decirme que no lo es. El pulgar oponible es una casualidad y ser bípedos es una excusa para vender zapatillas).

Publicado por paco el mago

uno

2 comentarios sobre “La poesía es una estafa piramidal al revés

  1. Si fuésemos cuadrúpedos se venderían más zapatillas y tú seguirías escribiendo genial la verdad, me ha gustado mucho leer el post de hoy aunque yo no tenga ni idea.

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